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Sin fecha de caducidad
César Damián
07.08.12 21.09.12
“El yo pasado, lo que ayer sentimos y pensamos vivo, perdura en una existencia subterránea del espíritu. Basta con que nos desentendamos de la urgente actualidad para que ascienda a flor de alma todo ese pasado nuestro y se ponga de nuevo a resonar. Con una palabra de bellos contornos etimológicos decimos que lo recordamos —esto es, que lo volvemos a pasar por el estuario de nuestro corazón-. Dante diría per il lago del cor”
José Ortega y Gasset: El espectador, II, “Azorín: primores de lo vulgar”
TESTIMONIO DEL ARTISTA
El agua es el bálsamo, el elemento donde me sumerjo a la memoria como mecanismo para llegar a la ensoñación, al subconsciente de mis propias experiencias y a las de otros que, como yo, almacenan en su organismo, la distorsión de sucesos pasados o las ilusiones más íntimas.
Esta pieza nace como un diálogo con el Río de la Plata porque me interesa dar sentido de lugar a lo que hago. El agua es el catalizador y la metáfora. En ella exploro y construyo de manera audiovisual esta instalación que busca en la fotografía su plataforma.
Las imágenes pertenecen a rostros de extranjeros en Buenos Aires y el sonido del río es la conexión con la identidad de esta ciudad.
Así, esta pieza no sólo refiere a la memoria como el mecanismo que faculta los recuerdos. Hablo de un mosaico de individuos que se convierte en memoria colectiva. Entendida como el lugar donde podemos ser conscientes y libres. Como la transmutación del ser vivo que se reconstruye a sí mismo, a partir de su historia. Qué ocurre en lo ordinario del viaje. Nuestra paso se convierte en memoria colectiva.
También pretendo con ella hacer un poema y un tributo a la vida y a la muerte, una oda a la reminiscencia de las cosas pequeñas. La muerte no es olvido y al igual que la verdad, la memoria jamás caduca.
Debo decir que antes anhelaba ser fotógrafo, ahora persigo la poesía.